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Katherine Martineau Cornejo

EDITORIAL

Actualmente nos enfrentamos a nuevas condiciones de vida, donde debemos dar respuestas a los problemas de desigualdad en materia de educación y laboral. A la fecha se han realizado múltiples esfuerzos desde los organismos públicos y privados para desarrollar instancias de capacitación a nivel nacional y regional, claramente no ha sido suficiente ya que se mantienen las brechas de desigualdad, especialmente en las zonas más alejadas de las grandes ciudades.

Es por esto, que debemos desarrollar mayores instancias de formación y capacitación, incrementando los niveles de calidad educacional en las distintas instancias de la cadena educacional que nuestros alumnos desarrollan, articulando las redes educacionales entre distintas instituciones, Colegios, Liceos, Organismos Técnicos de Capacitación, Centro de Formación Técnica y Universidades.

Para muchas personas el estudiar un oficio es la puerta de entrada a un nuevo futuro laboral, esto conlleva a que fraccionen sus temores, vergüenzas, inseguridades y se abra una nueva oportunidad de vida, así como en el ámbito personal y laboral, es por esto, que el brindar las acciones necesarias para que puedan proseguir con una carrera de educación superior, significa el reconocer sus esfuerzos, habilidades, competencias y brindar las oportunidades que significan el excluir el círculo de la pobreza y desigualdad de sus vidas.

Por lo cual, la necesidad de capacitación y perfeccionamiento de las personas es imperante, al igual que la formación de técnicos competentes, flexibles, integrales y comprometidos, es fundamental potenciar las capacidades de cada ser humano.

Para esto, se deben generar los esfuerzos y voluntades necesarias para direccionar el progreso de las competencias de cada persona, lo cual implica en instalar modelos educativos basado en competencias, así como lo plantea Delors, “el comportamientos socio afectivos (aprender a aprender, aprender a ser y convivir), las habilidades cognoscitivas y socio afectivas (aprender a conocer), psicológicas, sensoriales y motoras (aprender a hacer), que permitan llevar a cabo, adecuadamente, un papel, una función, una actividad o una tarea” (Delors, 1997)

Esto significa un desafío importante para las instituciones de educación superior y para los organismos de capacitación, especialmente para estos últimos, ya que se deben sentar las bases para generar estándares de calidad en ámbitos de formación académica de oficios, y así contribuir en la entrega de herramientas necesarias, para que las personas se desarrollen en el ámbito laboral o académico profesional, homologando sus oficios con carreras técnicas profesionales.